Aquí viene el mito acerca de la
aparición de los hombres sobre la Tierra, de cómo se formó la nación de los
witotos.
Antes no había más que tinieblas. Una vez
Juttíñamüi, padre creador, dominador del universo, conversó a solas con su
espíritu acerca de cómo formar el mundo. Después de reflexionar mucho, se
decidió por hacer primero la superficie, luego los árboles y, finalmente, los
animales.
Cuando hizo los animales, los examinó
cuidadosamente y, como no quedó contento, resolvió modificarlos para que se
quedaran de acuerdo, a su deseo. Se dedicó, pues, a componerlos y cuando
terminó la modificación, cuya naturaleza era buena, decidió:
—Voy a hacer a Jitoma, pues no veo bien lo que
he hecho.
Y
el Sol apareció iluminando al mundo. Pero como Juttíñamüi no había modificado a
todos, los animales, entonces muchos quedaron con plumas, o colas, como los
lagartos.
Cuando Jitoma alumbró al mundo, dividió
a los seres en dos clases: hombres y animales.
Quedaron, pues, los animales en un lado
y en el otro los primeros seres humanos creados, cuyos nombres fueron Yinaka
Puinaño, la primera madre, y Yinaka Koinuya Puinoima, el primer padre.
Ellos, los primeros padres, vivieron mucho y
tuvieron numerosos hijos. Los cuatro más notables, de las raíces del género
humano, fueron: Monaya Nuroma, Monaya Jurama, Jajtoma Kojotta y Yinaka Dórak.
Cuando los primeros padres envejecieron
y sus cuerpos los dejaron, sus espíritus quedaron flotando en el universo.
Entonces las cuatro raíces, los jefes, reunieron a sus demás hermanos y
dijeron:
—
¡Vamos a buscar los rincones del mundo! —dicho lo cual, cada uno fue con un
grupo en las cuatro direcciones.
Llegados hasta los extremos del mundo,
se establecieron. Comenzaron a multiplicarse y su número aumentó en gran
manera.
Pero Juttíñamüi pensó: «No tienen
nombre; se fueron sin nombre». Y arrancando del dedo grande de su pie un
pelito, lo arrojó al mundo. El pelito cayó sobre una laguna; y he aquí que,
cuando tocó el agua, se convirtió en boa.